La Casa del Árbol (Av. Córdoba 5217, CABA)
Asistencia: 70 personas, divididas en dos grupos, uno en el patio y otro en una sala cubierta.
Se dio inicio a la reunión con la lectura en ambos grupos de un texto previamente escrito por Sigilio:
«Ni el texto publicado ni esta reunión son un punto de partida, porque creemos que hace años que se vienen dando de distintas formas las discusiones planteadas, y de ninguna manera queremos desestimarlas. Solamente tenemos la sensación de que hay que hacer un esfuerzo mayor para que no se den en paralelo, en soledad, en grupos aislados, y por tanto que lleven a concluir que cambiar las cosas es imposible. No es otro el propósito inicial de este encuentro: juntarnos a ver qué estamos pensando les jóvenes a los que nos gusta el cine, que lo hacemos, lo estudiamos, escribimos, programamos, etc. y ver qué pasa.
La coyuntura es ineludible: hace años que circulan propuestas que buscan reducir la participación del Estado, al punto de que son la principal plataforma del espacio vencedor en las PASO, La Libertad Avanza. Entre ellas, cerrar el INCAA. Es difícil saber cuántas personas apoyan esta idea, seguramente no sean pocas, pero también es probable que lo que predomine sea la indiferencia. Pareciera que si la economía apremia, eso que llamamos cultura no tiene prioridad en su financiamiento.
Puede ser un argumento falaz, o basado en la ignorancia, o en la mala intención. Sea cual sea el caso quizá haya que hacer un esfuerzo mayor en defender la idea de que el Estado debe apoyar la industria cultural, explicar el porqué. Y además, preguntarse las razones de dicha indiferencia, más allá del INCAA y de su apoyo, y desmontar ese prejuicio común de que “el cine argentino es una mierda”. Creemos que muchos de los temas que plantea el texto apuntan en esa dirección:
cuánto interés puede generar el cine argentino si ni siquiera en las carreras de cine se le da un lugar importante a su historia, si es difícil acceder a él porque las copias no existen o están en pésima calidad, si no se programa, no se proyecta, si no existe una Cinemateca que se encargue de estas cuestiones, si la cuota de pantalla no se cumple, si cada vez hay menos cines y lugares en las plataformas, si los esfuerzos del Instituto de Cine para que se vean las películas que apoya no alcanzan o han quedado viejos, si los esfuerzos de los cineastas, críticos, programadores, influencers, ‘el mundo del cine’, se sostienen a pura voluntad y malabarismos económicos.
Hace décadas que proliferan formas de producir películas con menores recursos a los exigidos por la maquinaria industrial (cámaras más livianas, equipos técnicos reducidos, menores presupuestos, rodajes a lo largo del tiempo) que apenas son contempladas por el Instituto, y su espacio de exhibición queda reducido a unas pocas salas independientes y a unos pocos festivales por los que los cineastas compiten. Es en esta situación de ‘sálvese quién pueda’ en la que nos preguntamos si ese circuito festivalero no se ha vuelto demasiado cómodo y poco estimulante, y si sus condicionamientos no domestican las películas a cambio de conseguir un lugar, de ser parte de un mercado, llámese cine comercial o cine popular o cine independiente o cine de autor.
Bueno, ¿qué piensan? »
ENCUENTRO A LA SOMBRA
Durante dos horas, alrededor de 35 jóvenes cineastas conversaron en ronda sobre la situación del cine argentino. Se dijeron cosas como éstas:
Nuestra generación no está acostumbrada a pensar colectivamente por fuera del mundo digital, y todo tiene a fragmentarse, a fomentar los nichos. Por eso son importantes este tipo de iniciativas. Hay que hacer el esfuerzo para seguir expandiendo la convocatoria, e incluso sumar a personas de otras artes para que los reclamos cobren más fuerza.
Se produce mucho y los espacios de exhibición no alcanzan. Hay que generar nuevos, llegar a más gente, empezando por la que tenemos cerca, pero apuntando a lograr algo más federal. ¿Qué pasa si se organizan ciclos de cine argentino en los colegios secundarios?
En este sentido los cortometrajes tienen una gran posibilidad política. Debemos encontrarles un lugar además de los festivales. Su duración se adecúa a los tiempos cortos que impone la contemporaneidad. Y sin embargo, ni siquiera las personas que producen cortos ven los de otrxs directorxs. Hay una gran hipocresía en eso, que se extiende al cine argentino en general, que todxs defienden pero luego no ven.
El INCAA no se encarga lo suficiente de la distribución y difusión de las peliculas argentinas. Cuando hace proyecciones especiales de cine argentino siempre eligen las mismas.
La gran discusión es si hay un público dispuesto a pagar la entrada para ver ciertas películas, si hay que resignarse al público existente o hacer un mayor esfuerzo por expandirlo. Si las películas son muy caras no pueden sostenerse con un nicho, necesitan ampliarlo. Deben ser pensadas como un producto.
Hoy hacer una película no cuesta necesariamente lo que estipula el INCAA en su costo medio (70 millones). Eso, y más, cuesta hacerlo con determinado sistema, número de equipo técnico, cámaras de cine. Hoy las películas se pueden hacer con celulares o cámaras de fotos. Los medios de producción son lo que nos distingue como generación. El cine ya no es un arte popular simplemente porque ha perdido al público, es anacrónico seguir pensándolo así.
Hay un punto medio entre el cine como arte industrial masivo y filmar para que el público seamos nosotrxs mismos. Si hay una empresa como MUBI produciendo podcasts, revistas, festivales y ciclos de cineastas argentinos es porque hay un interés, un mercado. Finalmente está lleno de estudiantes con una totebag de MUBI. El INCAA debería tener políticas en este sentido, aprovechar más una plataforma como Cine.ar.
Hay que abrirse a espacios como Youtube o Twitch, que gozan de menos legitimación pero tienen la posibilidad de llegar a más público, sin que por eso se deje de lado la proyección. Hoy pagás algo con Mercadopago y la aplicación te ofrece ver una película ahí mismo. En Twitch hay un club llamado NiteLite que es de cine de animación y tiene mucha convocatoria, incluso presencial. Es importante generar una comunidad. La historia del cine universal está subida a internet, al alcance de nuestras manos, exceptuando nuestras películas.
De todos modos hay que defender la presencialidad. La gente sigue yendo a recitales, incluso a ver banditas en un antro de la ciudad.
Por más que la difusión del cine argentino sea mala, no creo que esté ahí la razón de por qué no hay público. Es una cuestión de cómo nos relacionamos con nuestras imagenes, de nuestra educación. No se trata de democratizar las posibilidades de filmar sino de pensar lo que se filma, no «filmar por filmar». A la gente no le importa que cierren el INCAA porque no ven las películas que produce.
La discusión está tomada por el contenidismo, nadie habla de formas. No hay una pregunta sobre las películas que estamos haciendo y queremos mostrar. Hace décadas que el cine sigue haciendo lo mismo. Es más nueva una pelicula de hace 60 años que una de hoy. ¿Dónde está lo nuevo? Hay que tomar cosas de otras artes, cuestionar lo que se hace desde la forma.
Descubrir qué es lo nuevo es en parte responsabilidad de la crítica. Sin ese hallazgo no hay reivindicación generacional posible. No creo que el cine de hoy sea peor que el de hace 60 años.
Más que una cuestión de forma es una cuestión de clase. Las películas se parecen porque las filma la misma clase social. Si alguien de clase media filma con un celular es porque propone otro tipo de cine; si lo hace alguien de la villa es porque no tiene otra opción. Cuando hablamos de cine, ¿hablamos de cine de clase media o de cine porteño o de cine nacional? Hay que reflexionar acerca de quién cuenta las historias y no cerrarnos sobre nosotrxs mismxs. De ésta reunión no va a salir una revolución pero si entendemos nuestras limitaciones estamos dando un gran paso.
Lo que hace que las películas se parezcan son las limitaciones en el presupuesto. Sin correr la discusión hablando del posible cierre del INCAA con La Libertad Avanza, ¿qué pasa con las políticas vigentes? ¿Qué tanto cambiarían las cosas si gana Massa?
La existencia de una Cinemateca es fundamental para que se conozca la historia del cine argentino y construir una memoria, una identidad. La discusión pareciera estar centrada en el cine de los 90’s en adelante. Una buena parte de ese cine que debería estar en una cinemateca estatal la tiene Fernando Martin Peña en su casa. Hay que hablar con él y organizar algo.
No se puede reducir todo a la legitimación de los festivales. Son espacios valiosos pero insuficientes, y hay algunos que en los últimos años han ido decayendo. Nadie parece estar demasiado contento con la experiencia del BAFICI, y sin embargo pareciera que al final todo se reduce a quedar o no ahí y que tu película la vean 100 personas. Siendo el festival de la ciudad deberíamos poder pedir que sea distinto. Los espacios de legitimación son los mismos hace 20 años, están agotados.
A veces las peliculas mueren en los festivales, como si esa instancia alcanzase.
Frente a la pregunta “¿Existe una nueva generacion?” hay que afirmar con un sí rotundo.
ENCUENTRO AL SOL
Se parte con la pregunta «¿Qué rol debería tener el Estado frente a la producción cinematográfica?».
Se responde que su rol es mantener una industria que hace a la cultura argentina, que tiene una voluntad masiva todavía defendiendo el espacio de las salas, el mantenimiento de festivales, que crea muchos puestos de trabajo y para eso es indispensable una estructura estatal. Se cuestiona el acceso que tienen los sectores privados pudientes a los subsidios del INCAA. El INCAA como gestor de películas que no podrían ser hechas si no fuese por su intervención.
Por otro lado se habló de nuestra relación como jóvenes cineastas y estudiantes con la institución. Se planteó cierto aura de inasequibilidad por la burocracia, por la falta de información y por el mismo sistema de acceso a concursos, subsidios y créditos. Surgieron preguntas: ¿Hacia dónde apuntan las políticas del INCAA hoy? ¿Qué lineamiento tienen? ¿Qué implica planear la producción de nuestra película por ese medio? ¿Cuál es su política de exhibición y distribución? ¿Qué hacemos discutiendo los pormenores de una institución que puede llegar a desaparecer en un par de meses? Si hay que defenderla1, ¿de qué manera se hace? ¿Cómo funciona la industria en Latinoamérica? ¿Qué podemos tomar de otros países? Un concurrente brasilero nos iluminó diciendo que la industria cinematográfica en Brasil conforma unas de las industrias que generan más empleo.
Se planteó la idea de informar sobre la situación tomando de ejemplo el caso reciente del CONICET, organismo también amenazado de cierre. ¿Cómo generamos ese interés en la población?
Se cuestionó la idea que se da en el texto “Ecos y voces” sobre los festivales2. Se resaltó su importancia y la variedad y diferencia de improntas estéticas entre los que son de clase A y los que no. También se resaltó la cantidad de películas argentinas que circulan por el mundo gracias a estos festivales. Al mismo tiempo se preguntó: ¿Cómo salir de los nichos que implican los festivales? ¿Cómo no depender de ellos para así retomar la idea del cine como algo masivo? ¿Son tan accesibles como se dice? ¿Cómo salir de la homogeneización que implican? ¿Qué tipo de películas argentinas son las que se ven? ¿De que directorxs y en qué competencias? Se comentó brevemente que es el momento más despolitizado del cine argentino.
También se rememoraron conquistas pasadas como la reciente prórroga de la Ley de Cine por 50 años y la militancia y posterior creación de la quinta vía. Al mismo tiempo se actualizaron los “pedidos” vigentes: el gravamen a las plataformas y la necesidad urgente de una Cinemateca. Se planteó la deficiencia en el funcionamiento de la cuota de pantalla y se pensaron nuevas alternativas como las plataformas. Se informó sobre la posibilidad de incluir nuestras películas en Cine.ar aunque no hayan sido producidas por la institución. ¿Qué tanto usamos la propia plataforma? ¿No debería impulsarse y potenciarse más su uso? ¿Qué pasa con las películas que «estéticamente hablando» no entran en lo que se podría ver en las salas, o que tienen otro método de exhibición?. Al mismo tiempo, ¿qué pasa con la militancia desde plataformas? Hay que hacer sentir nuestro reclamo desde la calle, acompañándonos de lo virtual. Se esbozó la idea de la sala como concepto central para el cine, la sala como espacio de debate, el visionado en conjunto. En ese sentido se pensó en el estatuto actual de la imagen. ¿Cómo se ven las películas? ¿En las casas, en la tele, en la compu?
¿Cómo se crean imágenes que produzcan un cortocircuito en ese modo de ver? Nadie va a querer salir de este estado si no hay algo que lo transforme. ¿Cómo hacemos para salir de la espiral solipsista de ver imagenes refugiadxs en nuestras casas? En ese sentido se debate también haciendo películas, pero el riesgo de perder la sala es el riesgo a perder el espacio de debate; o es el impulso a crear nuevos.
Todxs acordaron en la necesidad de este espacio que, aunque embrionario, da la sensación de un mayor acompañamiento e invita a pensar por fuera de lo dado ante las luchas venideras que necesitarán ser resueltas con innovación y trabajo.
- El FNA, Mecenazgo y otros subsidios estatales también están amenazados. Los ministerios de cultura y las películas más provinciales. Se planteó la necesidad de descentralizar el discurso y ver cómo funciona el financiamiento en las distintas regiones del país. ↩︎
- Sobre el texto también se comentó que es problemático agrupar bajo la misma idea de lógica de los mercados la formación de «técnicxs para industrias» y la creación de «películas para festivales». Se dijo que era una homologación generalizadora. En este sentido se pensó en la estructura sindical del INCAA y de cómo, aún así, sus tarifas son menores que la de los videoclips o la publicidad.
↩︎
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